No

I’m unclean, a libertine. And every time you vent your spleen, I seem to lose the power of speech. You’re slipping slowly from my reach. You grow me like an evergreen. You’ve never seen the lonely me at all.

Juliette es más fuerte que la mayoría de las mujeres que la rodean. Sin embargo, en 25 años su inteligencia jamás ha logrado alcanzar un equilibrio con sus sentimientos. Cuando expresa una idea, el resto calla y escucha porque no hacerlo parecería pecado, pero poca credibilidad encuentra en sí misma cuando se trata de él. Es así cuando se ama para siempre, porque para ella no existe otra forma de amar. Juliette lo insulta, pero lo recuerda; lo denigra, pero lo extraña; lo ignora, pero lo anhela. El padre de su hija no sabe que él existe, ni siquiera puede sospecharlo; atribuye cada una de sus peleas al fastidio, y probablemente sea mejor así.
– No sé de qué estás hablando ahora. Tus reclamos son siempre de cosas que, según tú; yo, o tu hermana, o tus papás, o tus alumnos; hicimos mal hace cien putos años.
– Qué raro que te burles, Juliette.
– No me estoy burlando, me estoy quejando de tus quejas, de tus interminables quejas, de tu necesidad de viajar por el tiempo, siempre hacia atrás, a un pasado que no existe.
– No puedo evitar recordarlo todo, ¿tú crees que yo quiero que me importe cada instante? Si por mí fuera re-
– ¡No recuerdas todo! Tú recuerdas sólo lo que te hace infeliz, jamás cosas buenas. Tus recuerdos no son más que pretextos, eres miserable, me arrastras, me contagias, me asfixias, ya no puedo, lo único que quiero es…
– ¿Qué?
– … -, Juliette desvía la mirada hacia la puerta.
– Lo único que quieres es ¿qué? ¡Habla, Juliette!
Juliette inhala profundamente, sacude la cabeza y sonriendo con una ironía que le duele hasta los huesos, toma las llaves del auto y sale del departamento. Tras cerrar la puerta escucha a su esposo llamándola a gritos para que regrese. Qué fantasma cruel. Qué miserable hijo de puta. No él, sino él. El que la rompió por tener ese mil-veces-maldito-complejo-de-héroe y por intentar salvarla, el que la cuidó por primera vez, el que le dio un beso en la frente, el que la vio, el que se reía con sus historias, el que elogiaba sus escritos, el que le contó una versión muy extraña del Mago de Oz para aliviar su ansiedad, el que dejó de creer en ella, el que se fue cuando le ganó el cansancio.
“Quiero a alguien más, soy de alguien más.”
Juliette siente que esas palabras la poseen desde la primera vez que las leyó, sí: leyó, porque lo que para ella era la vida, para él no mereció otro fin que mensajes telefónicos con esas palabras; y es como si las tuviera pegadas a cada planta de los pies, arrastrándolas, cultivándolas como siempreverde, como enredadera, como zumo de frutos maduros mezclado con azúcar cocido.
Esta ausencia inmensa
en estrellas que no existen;
ni su poder,
ni su distancia.
Las toco con los ojos
en un anhelo irreparable.
La eternidad de tu recuerdo,
el tiempo que no para.